—Hábleme de esas ideas de Iraola y cómo encaja en ellas.
—Le gusta presionar alto, jugadores rápidos por banda… somos un equipo que no para de correr y luchar. Eso se nota.
—¿Y qué papel jugó en su fichaje por el Rayo?
—Terminé contrato en el Almería y había un par de opciones más. Me llamó, insistió, luchó por mí… Me explicó la idea del club y me convenció.
—Pero los primeros contactos fueron antes, de hecho, celebró el ascenso de Montilivi…
—Correcto. Un día antes Cobeño me mandó un mensaje: ‘Cuando estemos el próximo año en Primera queremos que juegues con nosotros’. Él creía en la remontada. Yo le contesté: ‘Sácame una camiseta que mañana voy a ayudar’. Soy de Girona y lo vi allí. Los vecinos dirían: ‘Madre mía, ¿a éste qué le pasa?’ (risas). Animamos al Rayo y lo celebramos.
—¿Cómo es eso de jugar y de asistir a Falcao?
—Otro nivel. Le pones un centro medio malo, que el 80% de los jugadores ni llega o lo falla, y el tío ¡pum! la mete. Que parece que has hecho un centro de locos… Hay que aprovechar a estos futbolistas porque están tocados y todo lo que les llega es gol.
—Por la banda izquierda están los García y por la derecha forma dupla con Isi…
—Isi es un futbolista espectacular: fuerte, con calidad, buen chut… A él le gusta mucho ir hacia dentro y me deja mucho carril para subir. Jugar con gente como él es muy fácil.
—Bueno, usted actuó de extremo en el Villamarín…
—Fueron 45 minutos… Y no sé si el míster me va a dar otros más. No creo (risas). La idea contra el Betis era tener dos jugadores rápidos para correr, el problema es que casi no tocamos el balón y no pudimos hacerlo.
—¿Cómo ha sido su salto a Primera?
—Muy bien. Vas a estadios bonitos, te enfrentas a buenos jugadores, incluso te reencuentras con compañeros del pasado… Ya he cambiado la camiseta con Bartra (Betis), Sergi Gómez (Espanyol), Sergi Roberto (Barça)… Estuve con todos en La Masia. Cada uno ha hecho su camino, pero nos juntamos todos los veranos para irnos de vacaciones una semanita a Ibiza.
—Con el Rayo ha vuelto a ir a la selección dos años después.
—El Almería habló con la selección y llegaron a un acuerdo. El club le dijo que se estaba jugando mucho y, como era titular, le pidió que llamaran a otro. No me convocaron esas dos temporadas allí.
—¿Y cómo termina un catalán jugando con Albania?
—Estaba en Francia y me contactó la Federación. Buscando mi apellido descubrimos que su origen es de allí. Mucha gente me escribía en albanés por Twitter y pensaba que se estaban confundiendo. Cuando surgió esa oportunidad reuní papeles con mi padre y me hice el pasaporte.
—¿Había pisado antes Albania?
—Nunca. En España hay 60 personas con Balliu de apellido, que son casi mi familia, pero allí es habitual. Hay más de 4.000. La primera vez que fui, me vinieron a buscar al aeropuerto con el taxi y de camino a la ciudad deportiva vi un ‘Restaurante Balliu’… Pensé, ostras, al final va a ser cierto (risas).
—¿Cómo recuerda su debut?
—Fue contra España y no sé si estaba medio preparado porque cuando estaba reuniendo papeles hubo un momento en que no conseguíamos avanzar. Y les entró la prisa. Era como una victoria decir que ese jugador se lo habían llevado ellos. El debut fue divertido porque tenía más amigos en la selección rival que en la mía, Jordi Alba, Piqué, Bartra, Busquets…
—Este curso su peor enemigo están siendo los penaltis.
—Sólo había hecho uno en toda mi carrera y este año, tres en nueve partidos. Ahora intento vigilarlo más e incluso Dimitrievski se ríe porque cada vez que va a chutar pongo atrás las manos…
—Usted se crio en La Masia, entró con 12 años e hizo las maletas con 21.
—En el Barça lo tienes todo, vives como en una burbuja. Hay unas instalaciones perfectas, te cuidan mucho, el estilo de juego es diferente al resto… Te das cuenta de que después tienes que sufrir, luchar…
—Fue capitán del juvenil del triplete y subió con el primer equipo, a las órdenes de Guardiola y Tito.
—Pasé de verlos por la tele y tenerlos como referentes a compartir vestuario o desplazamientos. De entonces mantengo relación con Xavi, Pinto… Muchos de ellos también habían subido de la cantera y tenían tacto con los jóvenes. Acababa un entrenamiento y Xavi nos preguntaba que dónde íbamos a comer y nos invitaba.
—Y ahora está en el banquillo…
—Él vivía el fútbol de otra manera. Era un poco como Guardiola, un enfermo de esto, capaz de verse partidos de China, de Segunda B… Se notaba que terminaría siendo entrenador.
—¿Cómo ve a este Barça?
—Rival directo, ¿no? (risas). Imagina cómo ha cambiado el fútbol… Está viviendo un momento duro. Tienen problemas y a nosotros nos viene bien que a ellos no les vaya tan bien. Aunque yo miro la tabla y me fijo en cuánto sacamos a los de abajo.
—¿Qué es ‘Gorgeous Style’?
—Una línea de ropa que tengo con Sergi Gómez, del Espanyol. La hicimos cuando estábamos en el Barça B. Dijimos por qué no creamos unas camisetas, se las damos a los del primer equipo, sacamos unas fotos y seguro que se venden (risas).
—¿Qué se trajo en la maleta de sus experiencias en Portugal (Arouca) y en Francia (Metz)?
—Salí de la burbuja del Barça y lo que quería era jugar. En Portugal el fútbol era parecido al español y tuve bastantes minutos. Después me fui a Francia, que era más físico, de choque, de ida y vuelta… Estuve muy bien en ambos clubes.
—¿Es cierto que su padre, Salvador, es alcalde?
—Correcto. Es alcalde de mi pueblo, que tiene unos 7.000 habitantes. Él empezó porque no había guardería e impulsó esos temas. Terminó metido ahí.
—¿Cómo es su vida en Madrid?
—Estoy encantado con la cercanía de los aficionados. Me trato con Fly, uno de los fisios, y nos cuenta historias del barrio a Comesaña y a mí. Me gustan Vallecas y su filosofía. Debemos ser conscientes de que para muchos su vía de escape es venir a ver al Rayo. ¡Qué menos que dejarnos la piel y sudar la camiseta! Mucha gente no tiene grandes salarios y tiene que hacer un esfuerzo por pagar una entrada o sacar un abono. El partido contra el Mallorca era un lunes, hacía frío y daban hasta nieve. Le dije a Fly en la previa: ‘Creo que el estadio no se va a llenar’. Y me respondió que Vallecas nunca falla. Ostras, en el calentamiento ya estaba hasta arriba.